La historia nos demuestra a cada paso, qué la misma se vincula a la condición y momento social en el que se desarrolla. Así pues el tema que trataremos a continuación, no podría entenderse de otro modo mas que en el ámbito de una Hispania invadida por los árabes. Y que a su vez era heredera directa de un importante conjunto de tradiciones sociales germánicas, fruto de la invasión y asentamiento de los visigodos.
El gran Menéndez Pidal, ya escribió sustanciosamente sobre toda la edad media hispánica, especialmente sobre Castilla. Atribuyéndola un espíritu germánico desde su simiente, fruto de la herencia de los viejos godos, que se materializo en los nuevos godos que la dieron forma.
Una de esas tradiciones sociales, que solo se dieron en las tierras de Castilla y Leon, fueron las conocidas como Milicias concejiles.
El deber general de servir con las armas, común a todos los súbditos, fue recordado por Bermudo II aludiendo a las leyes de Wamba. Repetido en el Fuero de León (1020) y aceptado como obligación o precepto.
Es decir, mientras la casi totalidad de Europa sucumbía en regímenes feudales. Que separaban por ley al campesino del noble, y a los mismos de los caballeros o infantería profesional. En la España cristiana de los reinos de Castilla y Leon, los nobles y reyes ponían a los campesinos al servicio del ejercito. Y es que en la Castilla de los siglos IX al XI, el campesino gozaba de un regimen de semi libertad. Regimen que le permitia trabajar la tierra de su señor, a la vez que portar armas y participar en incursiones de saqueo en las fronteras enemigas.
Incursiones de saqueo a las que el campesino libre de Castilla, tenia derecho de pertenencias. Es decir, el noble o rey dejaba que los milicianos al saquear nuevas tierras, se quedaran con el botin; grano, cerdos, vacas, armas, ropas, oro, joyas... Los grandes señores unicamente estaban interesados en las tierras. Tierras que a su vez eran entregadas a los campesinos, para que estos las trabajaran y protegieran a cambio de un sistema de semi propiedad compartida.
Eso fueron las milicias de los concejos. Grupos de campesinos armados cada uno como podía, defendiendo una tierra fronteriza que les daba sustento. Alentados en no pocas ocasiones por los nobles y reyes, para que desgastaran al enemigo con incursiones bajo la promesa del saqueo.
El origen de las mismas, tendríamos que buscarlo según Raimundo Menghello, doctor de estudios medievales de la universidad de Salamanca. En los grupos armados germanos previos a las grandes invasiones de los siglos IV y V. Por tradición los hombres libres debían acudir a la guerra ante el llamado de su rey.
Tradición ésta, que llegó a España con los visigodos, y que sobreviviría como otras tantas tradiciones cuando los nobles del norte se asentaron en Hispania.
Sociologicamente, los nobles seguían siendo nobles pertenecientes a grandes familias. Pero el pueblo, precisamente por esa tradición germánica de hombres semilibres. No era esclavo de la nobleza, pudiendo llegado el caso a ser hombres nobles, por cargos o títulos de guerra. Portando nomenclaturas tales como “caballero villanos”. Es decir; caballeros que no pertenecían a la sangre noble, pero que ostentaban los títulos y armas por meritos de contienda contra enemigos.
Paradójicamente, encontraremos un paralelismo de las milicias concejiles, con la sociedad escandinava de los siglos IIX y IX. Sociedades donde hombres libres podían portar armas, uniéndose sí así lo deseaban a incursiones de saqueo con el afán de conseguir tierras, y riquezas. Tradiciones a su vez que se remontarían a las viejas gefolges germánicas, las cuales por el aislamiento de Escandinavia, tampoco sucumbieron en esos tiempos, a la Europa feudal.
La autonomía que disponían las milicias concejiles en Castilla, era de una total y absoluta libertad. Según nos cuenta el propio Raimundo Menghello, las milicias acudían al campo de batalla portando sus propios estandartes, armas, mandos de guerra, y formaciones militares. Dándose la paradoja de ver campesinos mal armados (noveles), al lado de auténticos caballeros o guerreros bien armados (veteranos), formando en la misma línea de escudos. Lo que nos da a entender, que realmente las milicias no obedecían a una estructura militar, como si lo hacían los ejércitos reales, mercenarios o tropas profesionales. Sino que cada cual arrendaba lo que podía, y sobrevivía como podía. Realmente algo muy “vikingo”, ya que sus ejércitos tampoco obedecían a ningún rigor uniformado, siendo al igual que los milicianos, hombres que vivían del saqueo, y que habían obtenido sus armas, precisamente fruto del ataque y saqueo de tierras fronterizas. Unos por el mar, los otros por las sierras y valles de esa Castilla condal.
Rueda Solar Editorial
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