11 sept 2010

El hecho nacional castellano, IV

¿Qué entendemos por Castilla?

Por desgracia, al hablar de una concepción territorial de Castilla no podemos basarnos en la actual distribucción autonómica, ya que esta no considera a Castilla como entidad concreta del Estado.

Esto, así dicho, puede quedar como una frase más pero abre importantes interrogantes para los que nos sentimos castellanos a la hora de considerar nuestro futuro en el Estado Español.

Algún día, los padres de este estado autonómico deberían de darnos una explicación de que intereses o necesidades les hizo romper a Castilla, quitándole cualquier protagonismo mínimamente serio en el devenir del Estado, quien considero que Castilla no tenia cabida entre los pueblos de España y en base a que criterios entendieron que un Estado Autonómico equitativo, que debia de recoger la riqueza cultural y social Española, pasaba porque Castilla no estuviese representado en él.

Dicho esto y para intentar responder a la pregunta planteada, nos deberemos centrar en analizar aquellas concepciones territoriales que toman como base la existencia de Castilla.

Desde el siglo XIII hasta la entrada del estado autonómico, la concepción de Castilla no daba lugar a dudas y englobaba las Regiones Históricas de Castilla La Vieja (Santander, Logroño, Valladolid, Burgos, Avila, Palencia, Segovia y Soria), Castilla La Nueva (Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo) y el Reino de León (León, Salamanca y Zamora).

Esta concepción, denominada "La Castilla Total", ha sido comunmente aceptada a través de los siglos y cuenta con un aval histórico y socio-político importante del que carece cualquier otro tipo de concepción territorial de Castilla.

Esta concepción es, además, la defendida por los principales grupos políticos y sociales del castellanismo actual y la que con más fuerza ha llegado a nuestros días.

Sin embargo, durante el periodo inicial de transición al Estado de las Autonomías surgio una nueva concepción que algunos han denominado "La Castilla de los Fueros" y que promulgaba una Castilla constituida por aquellas zonas donde teoricamente se aplicaron Fueros Castellanos de Villa y Tierra. Esta concepción defendia un mapa de Castilla formado por la Región Histórica de Castilla La Vieja, las provincias de Madrid y Guadalajara y parte de las Provincias de Toledo y Cuenca (básicamente las zonas de estas provincias que no están dentro de la Región geográfica de La Mancha).

Esta concepción tuvo cierta fuerza en algunas provincias castellanas durante el periodo de la transición, pero actualmente puede considerarse que este movimiento ha desaparecido del marco socio-político castellano. Sin embargo, analizaremos algunos aspectos sobre los fueros castellanos que formaban la base de sus reclamaciones territoriales y que además de servirnos para conocer algo más sobre uno de nuestros aspectos nacionales mas arraigados, nos resultaran de gran interes a la hora de preguntarnos sobre la veracidad de ciertos cuestionamientos sobre la castellanidad de algunas regiones geograficas de Castilla.

Junto a la concepción de "La Castilla Total", otra concepción que esta tomando cierta fuerza es la "Leonesista" como consecuencia de las peticiones separatistas de ciertos sectores sociales y políticos, principalmente asentados en la provincia de León, y que defienden una autonomía diferenciada para el Reino de León. Esta concepción definiría, de forma indirecta, una Castilla formada por las regiones históricas de Castilla La Vieja y Castilla La Nueva y en ella existen ciertas discrepancias sobre la pertenencia de ciertas provincias como es el caso de Valladolid.

Analizando por encima estas tres concepciones territoriales manejadas en el castellanismo actual, existe una zona de Castilla que todas contemplan y que es la definida por la región histórica de Castilla La Vieja junto con las Provincias de Madrid y Guadalajara.

A pesar de ello y como consecuencia de la anormal división administrativa planteada con el estado autonómico, también se dan problemas de identidad en algunas de las provincias consideradas como inequívocamente castellanas en las tres concepciones, como es el caso de Santander, La Rioja y Madrid.

La problemática de las Comunidades uniprovinciales castellanas: Santander, La Rioja y Madrid.

El caso de Santander y La Rioja, es un problema reciente derivado de la división territorial que el Estado de las Autonomías produjo en Castilla, del aislamiento a que fueron sometidas estas provincias y del afán de los dirigentes autonómicos de las mismas por salvaguardar su supervivencia, creando señas de identidad ficticias que las hiciesen aparecer como singulares, a los ojos de sus votantes.

Además, algunas de estas señas de identidad, como el caso de Cantabria, no son sino parte de las señas de identidad del pueblo castellano.

De todos es conocido que el origen del primitivo Condado castellano, es debido en gran medida a los Cántabros que habitaban las tierras del Norte.

Dice el gran historiador Burgalés, Pérez de Urbel: "Aunque íntimamente unidos, Castilla no nace con Fernán González. Es la continuación de la antigua Cantabria que había luchado firmemente frente a Roma y frente a Toledo para conservar sus leyes, sus costumbres, su independencia y su personalidad".(2)

Consta documentalmente, que el propio territorio de la antigua ciudad de Santander fue conocido como Castiella desde los comienzos del siglo IX y en el poema de Fernán González ya se dice, refiriéndose a Cantabria, que la Montaña es " la mejor parte de Castilla".

Desde tiempos de la reconquista, la actual provincia de Santander ha formado parte de la merindad de Castilla La Vieja, rigiéndose por sus fueros y costumbres y ya en tiempos más recientes, hasta 1833 en que se creo la Provincia de Santander, esta pertenecía a Burgos y era usualmente llamada la Montaña de Burgos.

Desde la formación administrativa de Santander como Provincia hasta la actual distribución autonómica, Cantabria ha pertenecido a la Región histórica de Castilla La Vieja.

No existen, por lo tanto, ninguna identidad en más de mil años que haga de Cantabria algo ajeno a Castilla, ni siquiera su carácter geográfico peculiar al del resto de Castilla y al que algunos aluden y que como hemos visto anteriormente, no es más que la característica de una Región Geográfica castellana.

En cualquier caso y a pesar de todos los esfuerzos de la administración autonómica Cántabra por distanciarse de Castilla, hay aspectos alentadores que demuestran la ineficacia de esta política, como es la reciente encuesta de opinión realizada por el "Diario Montañés" sobre el calado de la institución autonómica en los Cántabros y en la que a la pregunta concreta sobre "Si sería partidario de la integración de Cantabria en Castilla" el 31% de los encuestados contestaron afirmativamente, sin ningún tipo de campaña a favor.

Cosa similar a lo que ocurre en Cantabria, se da en La Rioja, con el agravante de que esta no ha tenido entidad propia ni siquiera con anterioridad a la reconquista. La Rioja no aparece nombrada como tal hasta el siglo XI, haciendo mención a una comarca concreta de Castilla, cuyo nombre deriva de unos de los ríos que riegan sus tierras.

Hasta los tiempos de la reconquista, esa parte del territorio estaba incluida en la Cantabria como así lo atestiguan los estudios llevados a cabo por los historiadores Arnaldo Oihernat y Moret.

Al principio de la reconquista, el territorio que se puede considerar la actual Rioja formaba parte de la frontera oriental del Reino Astur-Leones, siendo posteriormente ocupado por Navarra hasta su recuperación definitiva para la Corona Castellana por Alfonso VI en 1095.

Por su situación geográfica fue motivo de muchas luchas entre Castellanos, Navarros y Aragoneses, hasta que reinando en Castilla Alfonso VII, los pleitos fueron sometidos a arbitraje en 1143 por el nuncio pontificio, fallando a favor de Castilla.

Desde entonces, salvo un pequeño paréntesis en la que fue ocupada por Carlos el Malo de Navarra en 1460, La Rioja paso a estar definitivamente incorporada a la Nación Castellana.

Hasta 1833, en que se formo la provincia de Logroño, la Comarca Riojana formaba parte de Burgos y Soria. Desde esa fecha y hasta el actual estado de las autonomías, Logroño ha formado parte indiscutible de la Región histórica de Castilla La Vieja. Esto supone unos ochocientos años de historia común que alguien ha decidido obviar, supongo que considerando lo relativo de las cuestiones de espacio y tiempo en base a las teorías de Einstein.

Pero además, existe la agravante de que el territorio de la Rioja es un lugar emblemático para Castilla, pues a su incuestionable identidad castellana se une el hecho de que el Monasterio Riojano de San Millán de la Cogolla, esta considerado como la cuna de nuestra lengua castellana, uno de los símbolos más vivos y fehacientes de nuestra identidad nacional.

En el caso de Madrid, se unen la problemática que, al igual que en Logroño y Santander, planteo la formación de una Comunidad Autónoma uniprovincial sin ningún arraigo ni señas de identidad definidas, con el hecho de tener en su principal ciudad la capitalidad del Estado Español.

Madrid fue reconquistada en el año 1083 y desde entonces ha formado parte indiscutible de Castilla a pesar de la idiosincrasia que la caracteriza por ser, desde Carlos V, la capital de España.

Pero esto que muchos ven como algo diferenciador, no es sino una circunstancia administrativa que ha condicionado una participación más estrecha en la conformación del hecho nacional castellano pero que no ha modificado la característica de Madrid como provincia netamente castellana.

Si nos remontamos a la historia, tras su reconquista en el siglo XI, Madrid fue dotada de sus propios "Fueros de Villa y Tierra", rigiéndose por el Fuero castellano como correspondía al resto de territorios de Castilla La Vieja:

"En efecto, apenas ocupó el trono el Emperador D. Alonso (Alfonso VII), quando se vio en su mayor extensión este Fuero Castellano, comunicándose á quasi toda Castilla La Nueva; y empezando por su capital Toledo, quiso que todos los lugares que eran de su jurisdiccion jurasen, y firmasen esta confirmacion, que se reputó desde entónces como fuero general para todos los Partidos, ó Merindades de Castilla La Nueva.

Vierónse desde aquel dia unidos al fuero castellano, según el exemplar dado á Toledo, todos los que habiam pasado de Castilla La Vieja á habitar en Madrid, Talavera, Maqueda, y Alhamin, entónces Cabezas de Partido, y lugares de bastante consideracion"(3).

Pero incluso después de la llegada de Carlos V al trono y tras fijar en la ciudad de Madrid la Capital de la Corona de España, Madrid siguió formando parte indiscutible de la Nación Castellana desde todos los puntos de vista, pues como ya he dicho, no fue hasta el siglo XVII cuando se produjo una unificación jurídica, legislativa y administrativa de los diferentes reinos que formaban Las Españas.

A partir de entonces y hasta la configuración del actual estado de las Autonomías, Madrid ha pertenecido a la Región histórica de Castilla La Nueva.

Desde el punto de vista social y cultural, es común confundir la ciudad de Madrid con su provincia; sin embargo, sus características sociales y culturales son bien diferentes en ambos casos. Solo hace falta darse una vuelta por los pueblos y ciudades de la Serranía, La Alcarria Madrileña o la Vega del Tajo, para sentir Castilla en sus edificios, sus gentes, sus fiestas y sus costumbres.

La ciudad de Madrid es un enorme conglomerado social de diferentes culturas que corresponden a la gran variedad socio-cultural de sus habitantes y al carácter cosmopolita que es característico de una ciudad moderna y abierta. Esto dificulta el reconocimiento a simple vista de las características culturales castellanas de esta ciudad, pero no por ello significa que haya que renunciar a ellas, como han tratado de vendernos los políticos estatales, tanto desde el poder central como desde las instituciones locales y autonómicas que la gobiernan.

De hecho, esta situación se da en Ciudades tan abiertas y cosmopolitas como Barcelona, Sevilla o Bilbao y no por ello han renunciado a su identidad Catalana, Andaluza o Vasca.

Es más, el mantenimiento de las señas de identidad castellanas de Madrid sin menoscabo de la convivencia con otras culturas y etnias que habitan en ella, no haría más que enriquecer y personalizar la oferta cultural que Madrid puede dar a sus ciudadanos.

Sobre la aberración que representaría la no concepción de Madrid en el contexto de Castilla, dan buena muestra las palabras de Joseph Pérez, historiador Francés e hispanista de reconocido prestigio internacional:

"Hay zonas de España que sí saben perfectamente cuál es su identidad. Es el caso de Cataluña, pero ¿qué hacemos con Castilla? Durante los dos últimos siglos, Castilla se ha creído que era España y ahora anda dividida en dos regiones, en Castilla y León y Castilla-la mancha, lo cual no me parece bueno. Hace ya algún tiempo, la Junta de Castilla y León me pidió que escribiese un artículo sobre la importancia del erasmismo en Castilla y claro, les dije que si no podía hablar de Alcalá de Henares, eso no tenía ningún sentido".(4)

El Madrid que nos han tratado de vender los políticos estatales, es una ciudad desarraigada y fría, que se convierte para muchos de sus ciudadanos en una simple ciudad dormitorio donde acuden por necesidades de trabajo y abandonan a la más mínima ocasión, para volver a sus lugares de origen.

En el aspecto político, Madrid ha sufrido de forma muy directa, las presiones de los diferentes regímenes centralistas que han regido los destinos del Estado. Es común confundir a Madrid con España. Incluso cuando se habla de las políticas definidas por los gobiernos estatales se suele decir "la política definida desde Madrid", como si los Madrileños tuviésemos algo que decir en lo acertado o desacertado de las decisiones de los diferentes gobiernos que residen en nuestra ciudad.

Lo primero que tenían que hacer los políticos estatales, es tener un mínimo cuidado y respeto cuando hablen de Madrid y su Provincia para que los Madrileños no nos veamos influenciados por sus luchas y desmanes

En cualquier caso y a pesar de esta situación, Madrid ha mantenido vivas sus señas de identidad castellanas. Ya he dicho que de una forma clara hasta el siglo XVII pero incluso durante los siglos XVIII hasta la finalización de la 2ª República, Madrid era una parte indiscutible de Castilla. Quizás de una Castilla monopolizada excesivamente por España pero no se cuestionaban las señas de identidad castellanas de la ciudad y de la provincia.

Acontecimientos como la firma de "El Pacto Federal castellano" que se llevo a cabo durante la I República y en el que se constituía una Federación Castellana formada por las 17 Provincias históricas incluida Madrid, el tratamiento que hicieron de Castilla los intelectuales de las generaciones del 98 y del 27 y en los que consideraban inequívocamente a Madrid como parte integrante de sus diferentes reflexiones sobre nuestra tierra o incluso el orgullo de la castellanidad de Madrid que de forma tan continua reflejaba Manuel Azaña en sus diarios, son muestra de que en la mente de las gentes que habitaban y vivían esta ciudad y provincia, estaba la idea y el sentir castellanos.

Posiblemente el peor periodo de identidad castellana de Madrid, la hayamos sufrido desde la constitución de las Comunidades Autónomas.

La búsqueda desesperada de una identidad específicamente Madrileña ha llevado a verdaderas aberraciones culturales contra el pueblo de Madrid y a un ocultismo vergonzoso de la realidad socio-cultural de esta ciudad y provincia.

No tenemos más que hacer un recorrido por los libros de texto que tratan la historia de Madrid y que son la semilla de nuestros jóvenes, para darse cuenta de lo que digo. Los jóvenes Madrileños, desconocen que Madrid ha pertenecido a Castilla La Nueva hasta hace escasamente veinte años.

Se ha negado y ocultado deliberadamente, cualquier nexo histórico, cultural o social con Castilla y se ha llegado al punto de obviar el significado que se les dio a los propios símbolos autonómicos de la Comunidad. Un ejemplo esta en la información que se daba sobre el significado de la bandera, incluida la información facilitada por la propia web de la Comunidad, y en la que mencionaba tan solo la simbología de las estrellas que la componen. Por suerte, hace menos de un año, la Comunidad incluyo la información completa de este símbolo, que aunque sin contenido real para los castellanos, al menos deja claro la realidad étnica Madrileña:

"La bandera ostenta el mismo color rojo (carmesí) del escudo y por ello identifica, de forma inequívoca, su pertenencia a la Región Castellana".

A pesar de estos años especialmente duros para los castellanos de Madrid, la realidad Madrileña en este último año parece estar dando un giro prometedor hacia su reencuentro con la identidad castellana.

El resurgimiento de grupos castellanistas en el ámbito político y cultural de Madrid y especialmente, el trabajo de incesante divulgación llevado a cabo por las asociaciones culturales castellanistas englobadas en la Federación de Grupos Tradicionales de Madrid, ha ido dando como fruto el resurgimiento, en ciertos ámbitos socio-culturales Madrileños, de un deseo, cada vez mayor, de recuperar la identidad castellana de esta provincia.

Por otra parte, los políticos estatales de la Comunidad Autónoma de Madrid y de las otras dos Comunidades castellanas que limitan con ella, se están dando cuenta del error económico y estructural que supuso su separación.

Madrid se esta viendo envuelta en un colapso demográfico, económico y estructural del que ya hay muestras sobradas y cuya solución no puede pasar por mantener su aislamiento. Por otra parte, las Comunidades Castellano-leonesa y Castellano-manchega no disponen de los suficientes recursos humanos, potencial económico y peso específico en el Estado como para poder encarar por si mismas un futuro de crecimiento mínimamente prometedor.

Sin considerar otros aspectos salvo los meramente económicos, la viabilidad de estas tres comunidades por separado es más que dudosa. La viabilidad económica de una Nación e incluso de una Región, no esta en la homogeneización de su estructura productiva si no, por el contrario, en la diversidad de esta.

Se equivocaban, por lo tanto, aquellos que abogaban por la exclusión de Madrid de ambas Castillas debido a que su potencial económico podía eclipsarlas. El tiempo ha demostrado que el crecimiento de las dos Castillas sin Madrid e incluso de Madrid sin ambas Castillas, ha estado siempre por debajo de la medía nacional, tanto si expresamos ese crecimiento en PIB como en VAB.

El vivir de subvenciones sin la posibilidad o intención de definir una política económica clara a corto o medio plazo, aunque esto suponga renunciar a algunos placeres temporales, solo provoca un empobrecimiento continuo si nos comparamos con el resto del Estado.

Madrid es, actualmente, el motor económico e industrial de Castilla y renunciar a él fue un error que solo cometen los que carecen de una mínima visión de futuro.

Es un hecho cada vez más palpable, que Madrid con cerca de cuatro Millones de habitantes tiene la suficiente población, presencia internacional y acumulación de recursos como para impulsar a las dos mesetas. Estas, a su vez, suponen el área de desarrollo capaz de descongestionar Madrid y hacer efectivo su potencial

El "Consejo de Comunidades Castellanas", recientemente creado por los presidentes autonómicos de Madrid, Castilla-la mancha y Castilla-León como marco de cooperación supraautonómico que permita la realización de las necesarias políticas económicas, sociales y culturales conjuntas, no es más que un claro reconocimiento de esta situación y de las señas de identidad castellanas comunes a estas autonomías.

Este hecho, abre una puerta a la esperanza para la recuperación progresiva de la Castellanidad de Madrid e indirectamente, para el comienzo de la recuperación nacional de Castilla.

Los intentos de exclusión de parte de la Castilla Sur de la Nación Castellana.

Sobre la concepción de la Castilla de los Fueros, haré un recorrido sobre la historia de nuestros fueros que creo contribuirán a asentar la idea de la nación castellana, sin entrar a desarrollar el tema de la exclusión de ciertos territorios de la Castilla Sur que planteaba esta concepción de Castilla y que, por suerte, considero superada en la actualidad.

Creo, además, importantes estas reflexiones sobre nuestros Fueros y Leyes, porque pueden aportan más argumentos de los ya dados, sobre la idea errónea de la existencia de una identidad específica de la Comunidad Autónoma de Castilla-la mancha, apartada de la identidad castellana.

Comenzare diciendo, que tanto los defensores de la concepción de la Castilla de los fueros como los de la identidad específica castellano-manchega sobre la base de la región geográfica de la mancha, dan a estas concepciones el carácter de regional y no de nacional como es el caso que nos ocupa.

Los primeros, cometen, de inicio, un gran error al considerar a Castilla como una región, ya que, como hemos visto, Castilla tiene todos los rasgos específicos que la definen como Nación.

Los segundos, no cuestionan la existencia de la nación castellana, simplemente consideran que los rasgos geográficos de la mancha son suficientes para considerarlos una región histórica de España, obviando su pertenencia a Castilla. En este caso cometen al menos dos errores importantes de base: el primero, considerar manchegas a las cinco provincias que forman Castilla-la mancha y el segundo, obviar su pertenencia a Castilla pues con ello, están renegando de la propia comunidad autónoma que defienden, la cual lleva por nombre Castilla y por sobrenombre la mancha.

Como ya definimos en el concepto de Nación, los fueros y leyes de un pueblo son parte, aunque no única, de su identidad nacional. Estos fueros y leyes, tienen una influencia importante en otros aspectos de dicha identidad, como son sus instituciones y sus costumbres.

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